Articulos de nuestros asociados

 En este apartado queremos dar cabida a la vena literaria de nuestros asociados que se animen a compartir con todos nosotros sus artículos, publicados o no, que por su especial interés se considere oportuno subir a esta página.

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Alejandro Borreguero, miembro de la Hermandad de Veteranos del Inmemorial del Rey

Hispanoamérica y el fomento del odio a España

Gerardo Hernández Rodríguez 

Secretario de la Hermandad de Veteranos del Inmemorial del Rey                                                                  

El domingo día 8 del pasado mes de julio, un diario de ámbito nacional publicó un excelente reportaje en el que analizaba las actuaciones y los resultados de una campaña de fomento del odio a España en países de Hispanoamérica, comenzando, en primer lugar, por un adoctrinamiento de los niños en las escuelas, tergiversando, manipulando y falseando la Historia y sometiendo los textos de los libros escolares a una adaptación a las tendencias revanchistas que están proliferando en aquel continente y en otros lugares del mundo.

 Se están derribando monumentos y estatuas de personajes que contribuyeron al desarrollo de aquellas tierras y de sus gentes, como la Reina Isabel la Católica, Cristóbal Colón, Francisco Pizarro, Orellana o Fray Junípero Serra. O de quienes dieron prestigio a nuestra lengua como Miguel de Cervantes. Y no sólo en países hispanoamericanos, sino también en algunas ciudades de USA.

Pero aquí mantenemos monumentos a Bolívar o San Martín, por ejemplo

Recientemente el Monumento a los Descubridores, en Lisboa, ha sido pintarrajeado con una frase de veinte metros, en mal inglés, después de que el diputado socialista Ascenso Simoes propusiera su demolición.

Nuestros flamantes políticos e ilustres legisladores, ¿considerarán estos actos como “delitos de odio”, tan en boga ahora, o simplemente como “libertad de expresión”?

Durante la toma de posesión del nuevo presidente de Perú, Pedo Castillo, éste se permitió, en presencia del Rey Felipe VI, acusar a España de explotadora y de haber esquilmado las riquezas mineras de aquel país en beneficio de Europa.

Haciendo un alarde de su sentido de la diplomacia, elegancia, respeto y domino de los usos protocolarios (o a lo peor con toda la mala intención posible) hizo mención del Rey de España en último lugar después de haberse referido previamente a los presidentes de la republicas hispanoamericanas allí presentes, haciéndolo como “Su Alteza”, en lugar de “Su Majestad”. Ignoró, suponemos que deliberadamente porque no es posible tal desconocimiento, la obra de España en América y hechos tales, como que se fundaron allí ciudades, universidades para los nativos de aquellos territorios, además de iglesias, hospitales, otros centros educativos y formativos, vías de comunicación, palacios como el que Castillo se niega ahora a utilizar, etc. así como el mestizaje a que dio lugar la presencia española, destacando, sin embargo, que llegaron personas procedentes de China y más tarde de Japón que aportaron “sangre que enriqueció nuestras venas”.

Respecto a la sangre española a lo peor sostiene como en aquella canción de Luis Aguilé “Maldito sea el Tío Calambre que dio su sangre pa mi salud”

No son estos los únicos hechos reseñables de los últimos tiempos ni sólo en Perú. Desde hace ya algunos años las injurias, las afrentas, la destrucción de recuerdos y vestigios y las expresiones de diferentes mandatarios son una constante sin que, por parte de las autoridades españolas de los diferentes y sucesivos gobiernos, hayan respondido adecuadamente ni se hayan tomado medidas de réplica con la energía que sería procedente. Y lo más grave, es que muchas de estas ideas y de estos comportamientos están propiciados y fomentados desde la propia España por parte de algunos habitantes de “la piel de toro”.

Ante esta situación y ante la pasividad de nuestros gobernantes nos permitimos sugerir que, en la fachada de las embajadas de España en aquel subcontinente, se podría instalar el siguiente rótulo: "Si nuestros antepasados hubieran actuado con los vuestros como los anglosajones en Norteamérica, ni hoy habría varios millones de indígenas en Hispanoamérica ni habríais tenido en los últimos años tres presidentes con ese origen y quizá estarías recluidos en reservas como si fueran parques temáticos".


VILLA BENS, CAPITAL DEL PROTECTORADO SUR *

Juan B. Valentín Gamazo de Cárdenas 

Presidente  de la Hermandad de Veteranos del Inmemorial del Rey


 En la localidad marroquí de Tarfaya, antigua Villa Bens, situada 30 kilómetros al norte de la antigua frontera del Sahara español, se conservan dos edificios singulares. Uno de ellos es una construcción de piedra de dos plantas situada sobre un arrecife a 600 metros de la costa. El otro es un recinto amurallado de grandes dimensiones y forma trapezoidal, del que se conservan dos de sus lados y alguno de sus edificios interiores, como el situado en la fachada principal, de gran altura, con la planta superior almenada y un torreón adosado en su cara oeste. Ambas instalaciones fueron construidas a finales del siglo XIX por la empresa británica North West African Company cuando se estableció en esta zona en el año 1875 para comerciar con las tribus del Interior. 

El inglés Douglas Mackenzie, de la citada compañía, tenía un proyecto que se podría calificar de faraónico, mediante el cual, inundando con agua del mar las depresiones existentes en esta zona del Sahara, se podría abrir una vía navegable con la que se facilitaría el comercio con la región del interior que genéricamente se denominaba el Sudán oeste. Hay que tener en cuenta que unos años antes, en 1869, se había inaugurado el canal de Suez, con lo que este tipo de proyectos estaban en boga.

Lógicamente este proyecto no se llevó a cabo, pero Mackenzie firmó un acuerdo con el jeque local, Mohamed ben Beiruk, por el que se le autorizó a establecerse en la zona que el británico consideraba más favorable, el arrecife situado al sur de Cabo Juby, que ofrecía resguardo para las embarcaciones que materializarían este comercio. Inicialmente la factoría consistió en un barracón de madera construido el año 1879 que recibió el nombre de Port Victoria. 

Pronto este asentamiento despertó las reticencias del Sultán de Marruecos quien, pese a que su frontera se encontraba muchos kilómetros más al note, en el rio Draa, veía en las actividades comerciales de Mackenzie una competencia peligrosa para su propio comercio exterior. 

De inmediato empezaron las presiones mediante sobornos y amenazas a los posibles proveedores locales y finalmente, mediante un ataque directo, supuestamente ejecutado por incontrolados, se incendió y destruyó el primitivo edificio de madera. 

La compañía decidió continuar a pesar de las dificultades y para ello inició la construcción de los dos edificios que se conservan. El del arrecife, denominado por los ingleses como «El Castillo», actualmente conocido como «Casa Mar» y la factoría, situada en tierra firme.

 «Casa Mar», con una superficie de seiscientos metros cuadrados y dos plantas, fue construida por albañiles canarios con piedra traída de Lanzarote y cemento de Inglaterra. Disponía de unos depósitos de agua metálicos con capacidad para subsistir durante nueve meses. En la parte superior, de superficie plana, se asentó una batería de artillería para su defensa y apoyo a los edificios de la orilla. Además, se construyó un muelle para facilitar la carga y descarga de las mercancías. 

En la costa, donde ya se había construido una residencia permanente el jeque Bairuk, se levantó un edificio para la factoría, de planta cuadrada con dos niveles y un torreón adosado en la esquina sur. Los muros, según la descripción británica, tenían un grosor en su base de más de un metro (cuatro pies) y estaban pensados para resistir un ataque de agresores que lógicamente no dispondrían de artillería. Finalmente se construyó un muro perimetral que abarcaba la vivienda del jeque, el edificio de la factoría y otros edificios menores con los que se completó la instalación mercantil. En la esquina sur del recinto se construyó un segundo torreón para completar el sistema defensivo, así como un cuerpo de guardia junto a la puerta principal. Todo ello comprendía una superficie de aproximadamente once mil metros cuadrados. En el edifico principal, además de los almacenes y dependencias administrativas se habilitaron alojamientos para el personal de la empresa, que se repartía entre los dos edificios. El año 1888 una delegación belga visitó la factoría con la finalidad de firmar un acuerdo con los ingleses y montar allí un hospital de la Cruz Roja, situado a medio camino entre la colonia de El Congo y la metrópoli, proyecto que al final no se materializó.

Esta situación permaneció más o menos inalterable hasta el año 1895, en que la compañía vendió la factoría al Sultán de Marruecos por 50.000 libras en oro y la obligación de abrir el puerto al tráfico marítimo. 

Desde ese momento no se conoce la actividad de Port Victoria hasta los acuerdos franco-españoles firmados el 27 de noviembre de 1912, por los que se asignaron a España dos territorios: el Norte, conocido como el Marruecos Español y el Sur, también conocido como Cabo Juby, su capital, en la actual provincia marroquí de Tarfaya. Este último estaba comprendido entre el río Draa, límite sur del protectorado francés, y el paralelo 27 º 40’, límite norte del Sahara español. 

En el consejo de ministros de 18 de julio de 1914 se decidió la ocupación española de Cabo Juby, por lo que se encargó al entonces comandante Francisco Bens Argandoño, comandante militar de la colonia de Rio de Oro, que organizara una expedición con dicho fin. Para ello se le asignó una fuerza consistente en 31 clases 4 de tropa al mando de un teniente y un oficial médico. Desgraciadamente, motivos políticos debidos al desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial y la presencia de un crucero alemán en el Rio de Oro, desaconsejaron la ausencia de Bens de la colonia. Finalmente, tras solicitar Bens un incremento del contingente, como consecuencia de un viaje de reconocimiento que realizó por tierra a Cabo Juby en este periodo, básicamente armamento, trasmisiones y un oficial de ingenieros, el 27 de junio de 1916 zarpó la expedición desde el Rio de Oro hacia Cabo Juby a bordo del vapor «Fuerteventura», arribando el 29 de este mes. 

Al incorporarse al nuevo territorio, su primera labor fue desalojar a los elementos locales que ocupaban los edificios y poner en uso las instalaciones que se encontraban en estado de abandono e invadidos por la arena y dejar los edificios en condiciones mínimas de habitabilidad. La fuerza presente en Cabo Juby a principios de 1917 era de tres oficiales, tres suboficiales y sesenta y cuatro de tropa. Las instalaciones eran claramente insuficientes para este contingente, por lo que se hizo un proyecto con un plazo de ejecución de treinta meses que fue dotado económicamente por el mando. Pero en diciembre de 1925, cuando fue cesado el coronel Bens, estas obras se encontraban todavía en ejecución y su sucesor, teniente coronel Guillermo de la Peña, solicitó el envío de cuatro barracones de madera para poder alojar a un contingente de ciento veinte soldados, más los mandos correspondientes. 

Con el tiempo las instalaciones se fueron mejorando y a los edificios originales se añadió una enfermería en la esquina este, un edificio de grandes dimensiones en el interior del recinto y adosado al muro sureste destinado a alojamiento, barracones de madera, pequeños edificios auxiliares y como dato curioso, un cine de grandes proporciones en el exterior. También se reforzaron y elevaron los muros y se construyó una tercera torre en la esquina este, junto a la enfermería.

En el año 1923 se estableció en Villa Bens la compañía francesa Aeropostal construyendo un gran hangar como punto de apoyo para la ruta Toulouse-Casablanca-Dakar, que luego se extendió hasta Sudamérica. Su representante entre 1927 y 1929 fue el piloto y escritor francés Antoine de Saint Exupery, al que se ha dedicado un museo en la localidad y que en aquel periodo escribió su obra «Correo del sur». En 1928 España destinó a estas instalaciones de Villa Bens de forma permanente una escuadrilla de seis Breguet XIV con una unidad de apoyo y seguridad que constituyeron el primer embrión de la aviación sahariana. La unidad estaba mandada por el entonces comandante Hidalgo de Cisneros, que durante la Guerra Civil sería el jefe de la aviación republicana. 

El 27 de julio de 1926 se crea la Mía Nómada de Cabo Juby, compuesta por tres secciones o "farkas", con oficiales y suboficiales españoles y soldados nativos, 5 aunque esta estructura no se llegó a completar hasta años más tarde. Sus misiones eran las de auxilio y rescate de pilotos que tenían que realizar aterrizajes forzosos en el desierto o barcos que naufragaban en la costa, para evitar que fueran expoliados o secuestrados por las bandas de nativos incontrolados. También ejercieron funciones de policía y de control de frontera. Esta unidad fue el inicio de las futuras unidades de Tropas Nómadas saharianas. 

A principios de noviembre de 1957 se iniciaron las agresiones del llamado «Ejército de Liberación Marroquí» contra los territorios españoles. España reaccionó enviando fuerzas para reforzar las escasas unidades de las guarniciones permanentes. En el caso de Villa Bens se decidió el envío de la II Bandera de la Legión, de guarnición en Tauima, al mando del comandante Florencio Apellaniz. La Bandera fue reforzada con compañías expedicionarias de Canarias, Tiradores de Ifni, Policía Indígena y apoyos. Realizó el movimiento por vía aérea a partir del 5 de noviembre en aviones DC-3 del Ala 35 en sucesivas rotaciones hasta el aeródromo de Villa Bens. El día 15 fue revistada por el Comandante General del África Occidental Española, el laureado teniente general Mariano Gómez-Zamalloa. El envío de fuerzas incluyó el despliegue de una unidad de Caballería del Regimiento Húsares de Pavía dotada de carros ligeros M-24 recientemente entregados por Estados Unidos a España. La Bandera fue alojada en tiendas cónicas llegadas el día 20, con las que se montó un campamento al noreste de la población dada la imposibilidad de hacerlo en el fuerte. Durante el conflicto, que no afectó a este territorio, la Bandera participó en diferentes operaciones orientadas hacia el sur cubriendo posiciones en Daora y Hagunía y realizando recorridos de control en la zona. Llegado el mes de octubre, la Bandera recibió la orden de dejar Villa Bens y trasladarse a el Aaiún para incorporarse definitivamente al Tercio Don Juan de Austria. 

El 1 de abril de 1958 se firmó el Acuerdo de Cintra por el que se puso fin al conflicto. En virtud de dicho acuerdo, España entregó el Protectorado Sur a Marruecos. A las 15.30 del 19 de mayo se arrió la bandera española y se izó la marroquí, finalizando cuarenta y dos años de presencia española en Villa Bens. Los detalles y los incidentes de esta entrega serían materia suficiente para otro artículo. Actualmente y con el nombre de Tarfaya, Marruecos intenta promocionar turísticamente la ciudad, aprovechando el hecho de ser el punto de la costa más próximo a las islas Canarias. De la presencia española se conservan la Casa Mar, en estado de ruina, el fuerte parcialmente conservado y ocupado por la Gendarmería y las ruinas del cine. Del aeródromo no queda ningún vestigio.

* Publicado en el décimo boletín de la Academia de las Ciencias y las Artes Militares.

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SANTIAGO APÓSTOL PATRÓN DE ESPAÑA... y de su CABALLERÍA

Santiago Santos Sánchez

Vicepresidente de la Hermandad de Veteranos Inmemorial del Rey


El 20 de julio de 1846 se designó al Apóstol Santiago patrón del Arma de  Caballería, cuya proclamación fue posteriormente ratificada el 20 de julio de 1892.

Y para honrar a la Caballería en el día de su Patrón, qué mejor que recordar una de sus gestas más heroicas, cuyo centenario estamos celebrando en estas fechas, que ponen de manifiesto su aguerrido amor a España y su espíritu de compañerismo que les obliga a no dejar abandonados a sus compañeros.

El Regimiento de Caballería Alcántara fue creado por el rey Felipe IV en 1656 y, desde su fundación ha participado en innumerables conflictos bélicos, pero su prestigio le viene dado por su comportamiento en el llamado “desastre de Annual”.

Agotados todos los recursos de la defensa se ordenada la evacuación, la guarnición de Igueriben comienza el día 21 su retirada hacia Annual. De los cerca de 300 hombres de Igueriben, solo sobreviven 33.

La situación en Annual era insostenible, las líneas de abastecimiento cortadas, la munición escasa y enormes dificultades para conseguir la aguada, la tropa se mantenía a la espera de refuerzos.

Al conocer los detalles de la caída de Igueriben, el desaliento y la decepción hacen presa en la tropa.

El día 22 se ordena la evacuación con la orden de reunirse posteriormente en Dar Drius. La retirada se transforma en una caótica huida.

  Se ordena al Regimiento Alcántara cubrir la retirada, los 700 jinetes  realizan innumerables cargas con el fin de proteger a sus compañeros  que, en su alocada huida eran ametrallados desde las alturas circundantes. A la vista de lo que estaba sucediendo, el Teniente Coronel Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, jefe accidental del Regimiento, y siendo consciente de la inferioridad en la que se encontraban, arengó a sus subordinados diciéndoles que «había llegado la ocasión de sacrificarse por la Patria». Envío pequeños grupos para alejar las posiciones enemigas, evitando el enfrentamiento directo y así permitir el avance y acompañamiento de los supervivientes de Annual hasta llegar a Ben Tieb, donde dejaron a los heridos.

El día 23 fue el día más duro para la unidad. El Regimiento tuvo que dirigirse a dar protección a las distintas columnas que estaban desplegadas por la zona. Los 700 jinetes se dividieron por secciones para dar una amplia cobertura y participar en todas las retiradas que se produjeran hasta llegar a Dar Drius.

Una de las primeras columnas en ser atacada fue la de Cheif, del Regimiento Melilla nº 59. En su ayuda acudió el Teniente Coronel Primo de Rivera que salió con los Escuadrones al galope haciendo varias cargas, llegando al cuerpo a cuerpo. A pesar de las muchas bajas producidas llegaron a Dar Drius.

Pocos minutos después salió una Sección a proteger el repliegue de varias posiciones que estaban siendo hostigadas con abundante fuego de fusilería.

En el rio Igan se quedaron atascados algunos vehículos que fueron tiroteados por lo que se ordenó proteger el camino de este convoy después de las cargas que ya se habían realizado. Cuando llegaron al rio vieron como los vehículos (la mayoría ambulancias) habían sido destrozados y sus conductores asesinados. Tras conocer el destino de sus compañeros, protagonizaron una nueva carga.

Cuando regresaban a Dar Drius, vieron como la ciudad estaba ardiendo y una nueva operación les fue encomendada.

Esta nueva misión era dar protección a la última columna de supervivientes en su marcha a Monte Arruit, que se vio seriamente comprometida cuando los rifeños tomaron posiciones al otro lado del rio Igan, desde donde atacaban a la columna que se retiraba. Ante esta situación recibieron la orden de cruzar el rio y acabar con los rebeldes. Sabían que era una misión imposible pero, y a pesar con contar con una fuerza sensiblemente inferior a los enemigos, el Alcántara cabalgó contra ellos, sabiendo que posiblemente morirían en el empeño, pero no fue motivo que les importara.

Se calcula que, después de  estos combates, murieron cerca del 80% de los miembros del Alcántara y un 12% fue capturado.

Estos hechos de heroicidad y valor les han hecho acreedores de la Cruz Laureada de San Fernando, en su categoría de colectiva.

El teniente coronel Primo de Rivera y Orbaneja murió en la defensa de Monte Arruit el 6 de agosto de 1921, como consecuencia de la herida producida por un casco de granada de la artillería enemiga que le hirió en un brazo que tuvieron que apuntar sin anestesia por carecer de la misma. Se le concedió la Cruz Laureada de San Fernando por su heroica actuación en el desastre de Annual.

* Publicado en la revista “Desde la Puerta del Sol” el 25 de julio de 2021.

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Madre del Mayor Dolor *

Gerardo Hernández  Rodriguez

Secretario de la Hermandad de Veteranos del Inmemorial del Rey


Este año la Semana Santa ha sido diferente de las de años anteriores, con la excepción de la del pasado 2020 y quizá por ello se ha apreciado, o hemos creído apreciar, una mayor devoción y recogimiento por parte de las personas que han participado en los actos litúrgicos y, en algunos casos, con un menor componente festivo, folclórico o turístico. Y el Viernes Santo triste y lluvioso como si la climatología quisiera acompañar la conmemoración.

En mi barrio, el Jueves Santo las iglesias estaban al límite en sus capacidades permitidas y con muchas personas siguiendo las celebraciones desde el exterior de los templos.

Tal vez este ambiente nos ha llevado a reflexionar sobre cuestiones que, frecuentemente, no apreciamos de forma involuntaria.

Aparte del enorme sufrimiento del propio Jesucristo, no podemos dejar pasar por alto el padecido por su Madre. Y a ello nos ha llevado la contemplación de la imagen de esta Virgen Dolorosa, que se venera en la Iglesia del Inmaculado Corazón de María, en la calle de Ferraz, en Madrid, con la que ilustramos estas reflexiones.

Es una imagen que impresiona y sobrecoge, en la que en el rostro y el gesto de María se aprecia y se interioriza el dolor desgarrado, el sufrimiento más profundo al sostener en su regazo el cuerpo inerte de un Cristo muerto, absolutamente desmadejado.

¿Cabe mayor dolor que el de una madre al ver morir a su hijo?. Pues ahora a causa del Covid-19, en el mundo, diariamente, miles de madres ven enfermar y morir a los suyos y, en todos los demás momentos y circunstancias, también por millares son los que perecen a causa del hambre, de la violencia y de otras enfermedades sin que ellas puedan hacer nada por evitarlo y careciendo de alimentos, de vacunas y de tratamiento sanitario.

 

Pero es que, en el caso de María, no sólo fue testigo de su agonía y de su muerte. Es que también supo cómo era escarnecido, torturado, escupido, azotado, arrastrado por la Vía Dolorosa y, finalmente, calvado brutalmente a un madero, elevado sobre el suelo y a cuyos pies, durante horas, ella vivió y sufrió esa agonía y esa muerte.

En España, y hasta donde llegan mis conocimientos, existen dos imágenes de María bajo la advocación de Nuestra Madre del Mayor Dolor.  Una en Sevilla y otra en Badajoz, relativamente moderna ésta, debida a Antonio Castillo Lastrucci, que sustituyó a la anterior del Siglo XVII destruida, como tantas otras imágenes y por las mismas causas, durante la Guerra Civil. 

También contamos con dos marchas procesionales dedicadas a esta Virgen. La de Daniel Albarrán Nuestra Madre y Señora del Mayor Dolor estrenada en Sevilla, precisamente en febrero del 2020, unos días entes de que en España fuera reconocida oficialmente la existencia de la pandemia y otra Madre del Mayor Dolor, del músico militar Juan José Puntas Fernández. Los músicos militares españoles han aportado innumerables composiciones de esta naturaleza para acompañar a los desfiles procesionales de la Semana Santa.

El pasado día 26 de marzo, en el programa de RadioYa “En forma”, Pablo Muñoz, aludiendo a los dolores de la Virgen María, sostenía que si Jesucristo, en tres años de convivencia con sus discípulos, les había revelado cuál iba a ser su final y en qué forma se iba a producir, en los treinta anteriores compartidos con su Madre, ¿por qué no se lo podía haber revelado a ella también?, como le dijo, cuando le estuvo buscando durante tres días en Jerusalén, que estaba en este mundo para dedicarse a las cosas de su Padre. De ser así habrá que concluir que María ya habría sufrido anticipadamente ese dolor y que lo habría hecho con absoluta resignación y aceptación de la voluntad de Dios, dándonos con ello una lección inapreciable que no siempre nos aplicamos a nuestros padecimientos físicos o espirituales.

También hay quien sostiene que lo más plausible es que Jesús, amando a su Madre como la amaba, le habría evitado este sufrimiento. ¿Quién sabe?.

Pero lo cierto es que en estos momentos y en estas circunstancias, la figura de María, de esa María doliente y dolorosa, sufriendo lo indecible para cualquier ser humano, debería de servirnos, en su contemplación en aquella realidad desgarradora, de ejemplo y ayudarnos a la reflexión cerca de nuestra Madre del Mayor Dolor, en el mayor dolor de una madre. 

* Publicado en la revista "Desde la Puerta del Sol" nº 439

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¿ESTAMOS ANTE UNA NUEVA ETAPA HISTÓRICA EN EL DESARROLLO DE LA HUMANIDAD? *

Santiago Santos Sánchez

Vicepresidente de la Hermandad de Veteranos del Inmemorial del Rey


Los clásicos nos dicen que: “conocer nuestro pasado, nos ayudará a entender el presente y el futuro”.

Una pequeña revisión de la Edad Contemporánea, iniciada en los albores de la Revolución Francesa, pone de manifiesto que está siendo un periodo, como mínimo, convulso.

Durante esta etapa, la humanidad ha padecido dos guerras mundiales, la gran depresión de los años treinta se ha consolidado el sistema capitalista y han aparecido, como cuarto poder, los medios de comunicación masivos que llegan a los últimos rincones del planeta y ponen de manifiesto las grandes diferencias entre los distintos estilos y modelos de vida de los países desarrollados y la miseria de los países menos favorecidos. Parece ser que, ahora que la humanidad ha alcanzado las mayores cotas de riqueza y bienestar, existe una incapacidad para repartirla. La Revolución rusa intento difundir su ideología, aparentemente igualitaria, por todo el mundo con los resultados conocidos por todos.

Como nos recordaba Alvin Toffler en su libro “El shock del futuro”, la característica fundamental de esta Era, es la velocidad vertiginosa a la que se están produciendo los cambios, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX; la humanidad ha visto como cosas que parecían inalterables cambiaban con sorprendente rapidez, lo que antes se tardaba en cambiar varias generaciones, ahora cambia en pocos años. Sobre todo, es la tecnología la que está consiguiendo estos avances espectaculares que tienen una indudable repercusión tanto a nivel individual, como a nivel general. Este desarrollo tecnológico produce un desfase entre los conocimientos técnicos y los conocimientos acerca del ser humano. Cada día sabemos algo más de lo que está pasando en otras Galaxias, pero sin embargo el desarrollo de las ciencias que se ocupan del estudio del hombre y sus circunstancias, no están progresando con la misma intensidad que lo hacen los extraordinarios avances tecnológicos.

Estas graves contradicciones son las que pueden dar lugar a esa insatisfacción puesta de manifiesto en muchas manifestaciones, con comportamientos muy agresivos, al no encontrar respuesta a sus demandas básicas.

Son numerosos los estudios que sugieren que la degradación que estamos sufriendo, está originada por la pérdida, o más bien, por el trastoque de los valores tradicionales de la civilización occidental, imperante en la mayoría de los países más desarrollados, que hunde sus raíces en la fusión de la cultura greco-romana con la tradición judeocristiana, sin olvidar las aportaciones de la Ilustración.

Algunos de los valores tradicionales como el trabajo, entendido como fuente fundamental del desarrollo personal y profesional, la libertad, el deseo de superación, la educación, la solidaridad… en definitiva, aquellos que han hecho posible el progreso de la sociedad occidental; parece ser que están siendo sustituidos por esos otros contravalores imperantes: el dinero y el poder.

El dinero siempre ha tenido una especial importancia, no cabe duda de que sin dinero la vida se hace más complicada, pero desde que se dijo que el objetivo era “maximizar el beneficio” pasó a ser el fin último de gran parte de la sociedad. Con frecuencia olvidamos que el beneficio no es un fin en sí mismo, es un medio necesario, pero solo un medio, no un fin.

El poder, a lo largo de la historia ha ejercido una gran atracción para algunos personajes que han hecho de su posesión, su razón de ser. El poder por el poder se puede convertir en un arma tremendamente peligrosa ya que borra cualquier atisbo de contención ante las aspiraciones del poderoso; ante él nada se interpone, no necesita justificarse por descabellada que sea su idea y, a pesar de las graves consecuencias que pueda producir en los demás.

Aunque estos dos contravalores pueden ser causantes de parte de la situación que nos ha tocado vivir, no creo que sean los únicos responsables. Seguramente habrá más: corrupción, relativismo, permisividad, hedonismo, consumismo…

Frente a esta situación que estamos viviendo y la confusión generada ante estos hechos, algunos difícilmente explicables, ¿es posible que nos estemos enfrentando a una nueva Era de la humanidad?

¿Cuáles serán los valores imperantes en esa nueva etapa?

Si no tenemos claramente definido que, nuestro objetivo vital o visión es el que determina cuales han de ser esos valores que nos ayudarán a conseguir nuestra razón de ser; tendremos que sopesar cual es nuestra razón de ser en la vida. A lo mejor somos, lo que no quisiéramos ser.

Si consideráramos “ser feliz” como nuestro objetivo vital, seriamos más felices y… haríamos más felices a los demás.

* Publicado en la revista Palabra Culta y Buenas Costumbres del mes de febrero 2021

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Catástrofes, valores, conceptos y actitudes

 Gerardo Hernández Rodriguez

Secretario de la Hermandad de Veteranos del Inmemorial del Rey

 

Cuando llevamos ya un año sufriendo el ataque del Covid-19, no nos acabamos de creer que todo esto sea verdad. Que un virus, algo apreciable sólo a través del microscopio haya podido poner a una sociedad ultradesarrollada en jaque y al borde del cataclismo. Este hecho nos sigue remitiendo a la fragilidad humana. ¿A su fragilidad o a su soberbia y prepotencia? ¿No será esto la consecuencia de querer ser más que Dios con ciertos experimentos y ciertas prácticas, queriendo decidir sobre cómo y cuándo crear vida, cómo y cuándo nacer o cómo y cuándo morir?

Al llegar la noche nos acostamos con angustia, con incertidumbre sobre nuestro futuro inmediato y el de los nuestros. Nos abruman las escenas en los hospitales y los centenares de fallecidos cada día. Y, sin embargo, hasta hace un año dormíamos “a pierna suelta” sin pensar en ello y sin que nos agobiara el hecho de que solo a pocos kilómetros, al otro lado del Estrecho de Gibraltar, en África o en otros lugares del mundo, miles de niños morían cada día de hambre y de enfermedades. Como dijo alguien en aquellos primeros días de la epidemia, “antes no nos dábamos cuenta de que éramos felices”.

Y al igual que ante este fenómeno nos ocurre con la Naturaleza. Creemos que la tenemos dominada y una borrasca como la conocida como “Filomena” que, ininterrumpida durante dos días, acaba de cubrir de una espesa nevada prácticamente toda la superficie de España demostrándonos nuestra debilidad y limitaciones y poniendo a prueba nuestra capacidad de adaptación y resistencia.

Nos hemos acostumbrado al bienestar, a las comodidades y nos parece inconcebible que, de la noche a la mañana, nos podamos ver privados de esos beneficios. Especialmente en las ciudades, como ha ocurrido en el caso de Madrid.

Si la nieve, en las cantidades que ha caído, cubre nuestras calles, queremos que los servicios de limpieza y las máquinas quitanieves acudan en primer lugar a nuestro barrio para despejarnos la calzada. Es como en la consulta del médico. Para nosotros demandamos una atención de, al menos, media hora y nos incomoda que a otros pacientes les dedican más de cinco minutos.

Parce que no siempre somos conscientes de que los recursos son limitados y que hay unas prioridades objetivas y máxime en unas latitudes como las nuestras no acostumbradas, por lo general y a diferencia de los países nórdicos, a unos fenómenos atmosféricos de esta naturaleza.

Pero, al mismo tiempo, parece que ignoramos, desconocemos o hemos olvidado que, en otros tiempos y en otros lugares de nuestra misma España estos fenómenos eran y son frecuentes. Lo que ocurre es que “nos pillan lejos”. En lugares como, por ejemplo, los Pirineos, Asturias o Galicia estas nevadas no son tan extrañas. Y la gente sobrevive y se organiza, aunque ello implique renuncias y sacrificios. Hace algunos años, en parajes como Piornedo, en los Ancares, durante los duros inviernos, que sus habitantes pasaban en sus pallozas, cercados por la nieve, si alguien fallecía se depositaba el cuerpo en el hórreo hasta que el deshielo permitía trasladarle al cementerio de la parroquia.

Y, por otra parte, los hábitos y valores de las diferentes sociedades como es el caso de Alemania, en donde los ciudadanos, que también pagan sus impuestos, tienen la obligación, bajo pena de sanción, de limpiar las entradas de sus casas en casos de nevadas como ésta y no se deja toda la responsabilidad a los servicios públicos.

Quizá la comodidad, el bienestar nos hace egoístas. No todo se puede resolver por medio de la informática, la electrónica u otros elementos de las sociedades que denominamos como “desarrolladas” y “de consumo”. Estamos en una sociedad, en general, poco acostumbrada a la austeridad.

En etas situaciones se pone de manifiesto lo peor y lo mejor de los seres humanos. Lo peor como el saqueo de la carga de un camión bloqueado por la nevada en el arcén de una carretera madrileña o los destrozos y desvalijamiento de los vehículos particulares reducidos a la misma situación. Y lo mejor con las demostraciones de entrega, sacrificio, solidaridad, generosidad, desinterés o caridad de muchos ciudadanos para con sus semejantes.

Durante la pandemia, los sanitarios entregados en cuerpo y alma hasta la extenuación para atender a los enfermos en condiciones muy penosas, el Ejército, la Policía y la Guardia Civil, los camioneros, los empleados de los supermercados, etc. que han trabajado para que a esta sociedad del bienestar y las comodidades no le faltara lo necesario y, a veces, hasta lo superfluo. Y los bancos de alimentos para los más necesitados.

Y ahora, con la borrasca, nuevamente están actuando esos mismos profesionales y otros muchos, cuya tarea no siempre es adecuadamente reconocida y valorada por quienes desean priorizar sus intereses particulares ante las necesidades ajenas y colectivas.

En estas circunstancias hay que valorar en su justa medida y sin que en nada desmerezca, la labor, la entrega, los sacrificios de estas personas como, por ejemplo, los sanitarios que se han reenganchado en sus turnos porque sus compañeros no podían relevarles, los empleados de la limpieza con su duro trabajo, los voluntarios que con sus vehículos todo-terreno se han dedicado, desinteresadamente, a trasladar a personal sanitario y otros profesionales que debían acudir a sus puestos en trabajos esenciales y que no podían hacerlo debido a la incomunicación provocada por la nevada.

A estas personas hay que reconocerles y valorarles su abnegación, su generosidad, su solidaridad y, hasta si se quiere, su caridad. Pero, repetirnos, sin quitarles ni un ápice de sus méritos, que son muchos, quizá se esté desvirtuando el concepto de heroísmo al emplearlo con una cierta imprecisión y adjudicarlo profusamente.

Heroínas han sido María Pita, Agustina de Aragón y Manuela Malasaña, que lucharon contra los ingleses y franceses, respectivamente. Y más cerca en el tiempo, héroes son, por ejemplo, Juan Maderal Oleaga y el Brigada Francisco Fadrique Castromonte, legionarios que el 13 de enero de 1958 se quedaron cubriendo el repliegue de sus compañeros en la batalla de Edchera sabiendo que morirían combatiendo; el cabo Antonio Ponte Anido, que en la batalla de Krasny Bor, el 10 de febrero de 1943, dio su vida por sus compañeros heridos haciendo explotar una mina antitanque en el T-34 ruso que avanzaba disparando contra el hospital de campaña;  Álvaro Iglesias Sánchez, joven de 20 años que salvó a tres personas entrando en el edificio en llamas del nº 7 de la Calle de Carranza en Madrid el 6 de abril de 1982, no pudiendo salir y pereciendo cuando volvió a entrar para intentar salvar a más personas e Ignacio Echeverría que con un monopatín se enfrentó a los terroristas en Londres el 3 de junio de 2017 para evitar que asesinaran a una mujer y a un policía, siendo acuchillado y muerto él mismo.

Héroes son el policía fuera de servicio que baja a las vías del Metro, cuando está llegando un tren para rescatar a una persona que se ha caído, quien se arroja a las aguas para salvar de morir ahogado a quien no sabe nadar bien o pierde la consciencia por algún motivo, el sanitario que, sabiendo que va a ser contagiado y que probablemente morirá, no abandona a sus enfermos, el piloto que, habiendo perdido el control de su avión, lo lleva fuera del área de una población para evitar la muerte de sus habitantes ante el impacto, pereciendo en la empresa, siendo consciente de ello. Y otros muchos más, anónimos, que, de alguna forma y por uno u otro motivo, arriesgan o dan su vida para salvar la de sus semejantes. Otros, como el fraile franciscano Maksymilian Maria Kolbe, reúnen la doble condición de héroe y mártir.

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SOBRE LA AMISTAD

Gerardo Hernández Rodriguez

Secretario de la Hermandad de Veteranos del Inmemorial del Rey

                                                                                                                                                                   

"Una de las más bellas cualidades de la verdadera amistad es entender y ser entendido"

Séneca


El título de esta reflexión está tomado del de la obra de Pedro Laín Entralgo, publicada por Revista de Occidente en el año 1971, y lo hago porque es posible que éste sea un tema sobre el que pensar en estos días de “arresto domiciliario” ya que, en el aislamiento de nuestros hogares, aunque lo compartamos con algunos de nuestros familiares, es dado recordar a nuestros parientes y amigos. A esos a los que ahora echamos de menos cuando, a lo peor, en circunstancias normales tratamos con menos entusiasmo y de los que, quizá hasta algunas veces, pensemos que “nos cargan”. Ahora estamos apreciando el verdadero valor de su afecto, de su leal amistad. 

Laín Entralgo, en esta obra aporta unas citas, una de ellas de Aristóteles y la otra de plena aplicación práctica en la actualidad, que merece la pena recordar: “La amistad es lo más necesario para la vida” y “El mundo en que vivimos se halla menesteroso de amistad”.

Los parientes nos vienen dados por nuestras respectivas circunstancias familiares, pero los amigos los elegimos, aunque también es cierto que frecuentemente identificamos amigos con conocidos. Conocidos, compañeros podemos tener muchos, incluso “amiguetes” que constituyen una especie particular dentro de las relaciones sociales, pero amigos, amigos de verdad, no siempre se tienen tantos y, en ocasiones, hasta se podrían contar con los dedos de las manos.

Amigos verdaderos son aquellos que acuden a nosotros cuando los necesitamos, aunque no se lo pidamos. Y nosotros demostramos nuestra amistad cuando acudimos en ayuda de los demás que lo precisan, aunque no nos lo reclamen. 

Tenemos muchas y variadas relaciones sociales, pero, ciertamente, nuestro mundo, y nosotros en él, se halla menesteroso de amistad.

Es bueno que en estos días y en estas circunstancias hagamos un recorrido por la lista de nuestras amistades e, incluso, hagamos un examen de conciencia para ver cuál es o ha sido nuestro comportamiento con ellos y el suyo para con nosotros. Y es casi seguro que nos llevaremos más de una sorpresa y, al acabar el confinamiento y en la fase correspondiente de esas establecidas, aunque un tanto confusamente, por el Gobierno, vayamos a ellos para agradecerles tantas cosas que, por aquello de que “cuando hay confianza da asco”, no les hemos reconocido adecuadamente. O tendremos que pedirles disculpas por acciones u omisiones propias en las que, de forma consciente o inconsciente, no hemos actuado como se merecían.

Como ya queda dicho, compañeros, colegas y hasta camaradas, aunque esta expresión tiene connotaciones muy particulares para algunos de nosotros, podemos tener muchos. Del colegio, de la universidad, del taller, de la empresa, del Servicio Militar pero, como consta un poco más atrás, amigos amigos son bastantes menos pero que perduran a lo largo de toda la vida.

Y como reza la canción “algo se muere en el alma cuando un amigo se va”.

Es curioso y a la vez significativo, como, muchas veces, esas buenas y duraderas amistades se forjan en tiempos y circunstancias difíciles, incluso, con personas con las que probablemente no volveremos a coincidir físicamente nunca o casi nunca, pero con las que mantendremos una relación afectiva perpetua.

Con los compañeros de trabajo en ocasiones se dan unas relaciones competitivas, tal vez hasta de rivalidad, en las que puede prevalecer el afán de superación, las ambiciones y no se forjan esas amistades duraderas, aunque compartamos los tiempos y los espacios durante años de nuestra vida, incluso durante toda nuestra vida profesional.

Son esos compañeros con los que podemos ir a compartir un aperitivo o una cena, incluso acompañados de los o las cónyuges, que tampoco tienen que simpatizar forzosamente. Son esas ocasiones en las que hay que “mantener el tipo”, porque profesionalmente nos interesa. Pueden ser esas comidas o cenas de empresa en la que se finge una pose entre personas con las que menos apetece compartir ese momento y que, aunque nos está deseando, por ejemplo, “unas felices Navidades y lo mejor para el Año Nuevo”, sabemos que va a hacer todo lo posible por “pisarnos los callos”, como empleado o como jefe, y tratar de fastidiarnos en ese año para el hipócritamente que nos desea felicidad.

Tenemos también compañeros de estudios que, cuando acaban los cursos, cada uno va por su lado o cuando terminan las carreras orientan su actividad profesional en diferentes direcciones. Sin embargo, es curioso cómo, transcurridos los años, quizá para conmemorar las bodas de oro de la promoción, a alguno se le ocurre “tocar a rebato” y se reúnen en celebraciones en las que se comparten recuerdos, añoranzas y se hace memoria de los que ya no están. Y se acuerda repetir la experiencia en años sucesivos, pero, por una u otra causa, con el tiempo el grupo de los que acuden a la llamada tiende a disminuir. Claro que los motivos relacionados con la edad y la supervivencia tienen mucho que ver con este hecho.

Lo expuesto en las líneas precedentes no significa que no se puedan establecer amistades verdaderas en estos ámbitos. De hecho, con relativa frecuencia también se crean y mantienen buenas y sinceras relaciones de amistad en dichos entornos. Especialmente entre pares, cuando no median la competitividad o las rivalidades. Cuando se celebran los éxitos de esos amigos y no aparece la carcoma de la envidia.

Hay, sin embargo, una de esas circunstancias en las que compartimos las veinticuatro horas del día, en condiciones a veces duras, en las que no existe la perspectiva de progreso o desarrollo profesional, en donde la camaradería, el verdadero compañerismo se muestran en toda su dimensión y unos se sacrifican por los demás sin esperar recompensa. Esas circunstancias, aunque sin descartar otras, tienen que ver, por ejemplo, con las estancias en los campamentos juveniles a los que asistimos muchos de nosotros, especialmente los que ya peinamos canas o en el Ejército, durante nuestro Servicio Militar.

Allí no había muchas comodidades. Dormíamos en un petate en las tiendas de campaña o en un dormitorio con “tropecientas” literas, comíamos el mismo rancho, nos agotábamos en las mismas marchas, pero nos ayudábamos desinteresadamente unos a otros. Se compartía el “galufo” que uno recibía de su casa con los que no lo tenían. O en las salidas se hacía fondo común del dinero, independientemente de lo que cada uno pudiera aportar. Y cuántas veces sufríamos un arresto por la “metedura de pata” de algún compañero sin delatarle, aunque ello supusiera quedarnos sin el permiso de fin de semana que nos iba a ofrecer la posibilidad de ver a la novia. Nadie delataba al culpable, aunque luego se le diera un manteo como desahogo del “mosqueo”.

¡Con cuantos de aquellos compañeros, iguales, mandos o subordinados, hemos conservado una amistad de las de verdad, de las de toda la vida, para siempre!

Bien, pues ahora es el momento de recordar a todos esos amigos, de hacernos el propósito de convocarles para un encuentro para cuando acabe la “reclusión”, de decirles todo lo que hemos callado hasta ahora, aun a sabiendas de que nos van a decir que no hace ninguna falta, “que para eso somos amigos” y que qué sentido tenemos nosotros del valor de la verdadera amistad.

Pero, no obstante, vamos a decírselo. Porque a veces echamos de menos ese apoyo, esas palabras de agradecimiento o de felicitación por algo que hemos hecho y en lo que hemos puesto toda la ilusión. En lo que ellos, por estar en el mismo grupo, han recibido la felicitación por algo que hemos hecho nosotros y que no han compartido con nosotros, “apuntándose el tanto”.

Pero también es el momento en el que nosotros, haciendo un ejercicio de sinceridad, de humildad y de amistad verdadera, pidamos disculpas si hemos sido quienes hemos incurrido en tal comportamiento.

A veces somos más dados a la crítica, aunque digamos que es “constructiva”, que a la felicitación o el halago siendo merecidos

Aunque Gabriel y Galán dijera que “las palabras dicen menos que los ruidos y los ruidos dicen menos que el silencio”, aunque sepamos que somos depositarios de los mejores sentimientos, en el amor y en la amistad hay que expresarlos. Y para ello disponemos de todos los lenguajes posibles, el verbal, el escrito e, incluso, el de los gestos. 

No vale el “para qué le voy a decir lo que le aprecio, si él (o ella) ya lo sabe”. Obras son amores y no buenas razones.

La amistad verdadera, como nos recuerda Laín Entralgo que dijo Kant, es un “cisne negro” o un “mirlo blanco”, como solemos decir los españoles.

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